Derivado de la presencia de los mentores
oaxaqueños en la capital del país y de las protestas por la reforma educativa
que se han hecho muy acaloradas y han estremecido la vialidad de los
capitalinos, habría que hacer una reflexión sobre aquellos puntos que se
encuentran presentes en las pláticas de banqueta entre aquellos que se encuentran
a favor de la reforma y en contra de los maestros o viceversa.
Cuáles son los motivos de la lucha: el
mantener las plazas de forma vitalicia con el derecho de poder heredarlas, no
ser evaluados por considerar que en algunos casos los profesores no se encuentran
en las mismas condiciones debido a la zona geográfica en la cual se desempeñan
con respecto a los demás y la privatización de la educación en el país.
Si esos no son los principales elementos por
los que los maestros de la sección 22 están en contra de la reforma educativa
es necesario que su comunicación sea más clara y precisa porque al menos
incluso entre sus simpatizantes esos elementos son insuficientes para que se
mantenga la lucha. La disyuntiva con ello como en muchos casos es que las
demandas son sumamente controversiales y pierden su peso específico cuando se
ponen a la luz del objetivo que debería tener nuestro sistema educativo, que de
acuerdo con el artículo tercero de nuestra carta magna deberá desarrollar
armónicamente, todas las facultades del ser humano, así como otros valores
ético, cívicos y morales.
Las
plazas que se heredan
Tiene mucho sentido el que una persona quiera
vender su plaza, si es considerado como uno más de sus activos. Si para
ingresar al magisterio se ha tenido que pagar una determinada cantidad de
dinero es justo que se pueda pensar que la plaza es una inversión que solo es
rentable si se puede mantener de forma indefinida e incluso negociarla cuando
se llegue a la edad del retiro o cuando ya no se quiera trabajar como maestro.
Es comprensible hasta cierto punto que en
algunos lugares se desee mantener la capacidad de heredar las plazas laborales
ya que el mal desempeño de la economía no ha generado la cantidad de empleos y
oportunidades suficientes por lo que cuando una persona tiene la suerte de
encontrar un trabajo que le permita mantener un nivel de ingreso permanente lo
asume como el mejor legado que le puede brindar a su descendencia.
El problema con las plazas que se heredan es
que si bien en muchos oficios el amor por lo que se hace es fundamental y
arroja el mejor resultado, en el caso del maestro de primaria la vocación es un
elemento que cambia la esencia de las personas que son partícipes del proceso
de enseñanza-aprendizaje. Seguramente quien tuvo la dicha de encontrarse en su
camino un maestro con vocación todavía de vez en cuando se acuerda de él, de
sus consejos y enseñanzas. El problema es que la vocación no se hereda.
La
evaluación para ser mejores
En México la heterogeneidad de su territorio
y población genera una condición muy complicada en la puesta en marcha de las
políticas públicas, caso del que no escapa la política en materia educativa y
que en ese sentido complican la operación. Es un hecho que las condiciones en
las cuales desarrolla su labor un profesor de primaria en las ciudades es
distinta a las que se viven en algunos municipios rurales y mucho más en
aquellos poblados que teniendo una masa poblacional baja tan solo cuentan con una
aula de usos múltiples que sirva para ofrecer en un mismo espacio los seis
cursos que se ofertan a nivel primaria.
Bajo el escenario descrito el establecimiento
de una evaluación general resulta poco deseable e injusta. No obstante, será
que los maestros en condiciones de infraestructura física y tecnológica insuficiente
también tienen carencia respecto a los contenidos de los diferentes cursos de
primaria y por ello al evaluarlos se estaría denotando esa condición. El no
evaluarlos nos orilla a pensar que las personas que viven en esos lugares no
merecen tener profesores preparados y
con ello se da un círculo vicioso en donde las condiciones geográficas se
conjuntan con las deficiencias en el quehacer de los profesores para dar por
resultado un sistema educativo que no cumple con su función de preparar a las
personas de manera estándar dándoles la oportunidad de tener una perspectiva
mejor sobre su futuro.
La evaluación de los profesores en ningún
caso debe de ser punitiva, por el contrario, debe servir para generar
información que sea usada en la consolidación de estrategias que impacten de
forma positiva a la sociedad mediante una política educativa que entiende
cuáles son las deficiencias que se tienen y se actúa en consecuencia. Si los maestros
no están preparados deberían de ser capacitados entendiendo claramente cuáles
son sus limitantes y que es lo que se espera de ellos, por su parte los
maestros deben de tener esa pasión por la actualización y ese deseo por ser
mejores. La evaluación debe dejar atrás cualquier componente de orden político
y no debe ser sujeta a los manejos de grupos de interés.
La evaluación y la actualización deben servir
como un incentivo positivo para que los maestros puedan acceder a diferentes
beneficios como son las reclasificaciones escalonarias, las reubicaciones, las
licencias, etc. Minando con ello la coerción que tienen los sindicatos sobre
ellos, ya que es un secreto a voces que aquellos maestros que no apoyan el
sindicato quedan fuera de todos los beneficios que éste les puede granjear y
que en muchos casos deberían de ser parte de sus derechos. En este sentido los
maestros no tendrían que buscar en las calles lo que pueden conseguir mediante
un esquema de preparación y evaluación permanente.
La
privatización de la educación
Un argumento que se hace recurrente es que la
reforma educativa conduce a una privatización de la educación y el caso curioso
es que mientras la educación pública sea percibida por la sociedad como un
servicio de mala calidad, no será el gobierno el que privatice la educación van
a ser los sindicatos de maestros renuentes al cambio los que cada día manden a
más padres de familia preocupados por el futuro de sus hijos a escuelas
privadas en las cuales doscientos días de clase, serán doscientos días de clase
efectivos.
La suerte para aquellos que no quieren
cambiar es que tampoco la condición de los mexicanos es mejor que hace algunos
años y en ese sentido aun cuando a muchos de ellos les interesaría explorar qué
se ofrece en las escuelas particulares no lo pueden hacer. Considerando tan
sólo al nivel primaria en promedio cerca del 11% de la matrícula de dicho nivel es atendida por escuelas
privadas.
La mejor forma de no transitar de una
educación pública a una privada es cambiar la percepción de la ciudadanía no
con palabra ni argumentos sino con hechos que den la idea del compromiso de los
maestros en ofrecer dentro del aula un cambio en el servicio que ofrecen.
Tan sólo con la intensión de aportar algunos
elementos de referencia. Si se toman los datos históricos de la prueba ENLACE
(Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares), se pueden
denotar algunos aspectos de interés respecto de la educación primara pública y
privada, en principio se debe decir que la escuela pública ha mejorado respecto
a los años anteriores, tanto en la prueba de español como matemáticas ya que
mientras en 2006 tan sólo el 19% y 16%, respectivamente de la población se
encontraba en un rango de bueno y excelente para 2013 los porcentajes se habían
incrementado a 42% y 48% respectivamente (gráfica 1 y 3).
Sin embargo no obstante el nivel de mejoría
la educación primaria privada presenta en 2013 una población de 65% y 62% en
las categorías mencionadas para el caso de español y matemáticas, habiendo
tenido una mejoría al igual que la primaria pública pero con menor dinamismo
(véase las gráficas 2 y 4).
A este nivel la educación privada tiene un
nivel bajo de estudiantes con evaluaciones insuficientes por lo que eso puede
ser un incentivo para que padres de familia preocupados por el futuro de sus
hijos realicen un esfuerzo y los inscriban en escuelas de paga, siendo ese un
camino hacia la privatización de la educación.
Insisto que si esos no son los elementos por
los cuales los maestros de Oaxaca iniciaron el ciclo escolar en las calles de
la ciudad de México en lugar de sus salones de clase, deben de replantear la
forma en la que comunican sus inconformidades, desavenencias y malestar, o bien
es probable que el canal no sea el adecuado y aun cuando sus demandas pudieran
ser justas pierden el foco de atención por parte de las personas a las que
afectan sus manifestaciones.
Lo cierto es que el sector educativo tiene
severos desaciertos que deben ser solucionados si queremos tener un futuro
menos incierto, no sé si la reforma va a tener ese potencial, pero lo evidente
es que el escenario previo resultaba menos promisorio.
E.R. Cedillo